miércoles, 15 de julio de 2009

Sesiones de estudio

En 1959, mientras seguimos con la epoca dada por el articulo anterior, siete tipos se metieron al estudio dos veces en un lapso de casi dos meses de distancia entre una y otra, entre Marzo y Abril. Dos sesiones de estudio, dos jornadas laborales que se prolongaron hasta bien entrada la noche. Historia archiconocida por la gente que gusta del Jazz y la música en general y bueno como se estan cumpliendo los 50 años de aquella grabación de Miles Davis, como todo el mundo habla de eso y yo hago lo que hace el resto hablaré del disco. Miles no era un tipo facil según dicen, y siempre es interesante para alguién escribir sobre una persona que no solo cambio el entendimiento de algo como la música, esa suerte de acto revolucionario que muchos payasos quieren lograr pero muy pocos pueden hacer, sino que además lo hizo con chulería, definiendo la palabra Cool. Kind of Blue es considerado no solo el disco más comercialmente exitoso del Jazz, sino el más importante y del que más se ha hablado y ,bueno, a mi me gusta mucho; sufi.


Poco puedo decir sobre la música que no se haya dicho ya, además yo no soy músico, no se componer y no se solfear. Pero si que entiendo que es meterse en cuarto para producir, diseñar, componer o crear. Y a estos músicos les tomo solo 2 días en sesiones de 10 horas. 20 horas para crear un disco perfecto, acequible e imbatible, elegante, tranquilo, relajante, exigente e inagotable. Y claro de ahi sale el tema que las cosas buenas salen de las primeras tomas, de los primeros scketches. Creo que es un error pensar así. La gente se obsesiona a veces con el entorno de creación de cualquier obra celebre o atemporal: un cuadro, una película, un edificio o un disco; buscando entender las claves para ese acto único cuando a veces es solo la suma de factores cotidianos. Miles rumiaba hacia meses la música que iban a tocar en esas sesiones. Estaba bastante pensado pero poco definido. Y para ello juntó un dream team con lo mejor que el jazz haya podido producir.


En 1959 entraban a la 30th Street en Nueva York, en un estudio de grabación construido en una antigua iglesia armenia propiedad de Columbia, los músicos John Coltrane, Jimmy Cobb, Paul Chambers, "Cannoball" Adderley, Bill Evans, Wynton Kelly y el loco Miles Davis. Crearon un disco extraordinario. Miles les escribia notitas a cada uno con los lineamientos de lo que debían ejecutar y se mandaron a tocar. 5 negros y un blanco. Hoy en día esa seria una acotación discutible e innecesaria pero en aquella epoca ciertamente dependia del cristal del que se miraba. Lo que en el fondo trato de decir es que en ambiente aún complicado e incordiante para un músico negro educado y con éxito, en una sociedad aún acartonada y prejuiciosa, las sesiones del Kind of Blue fueron un espacio de comodidad, confianza ciega en el tipo de al lado y guiños complices, especialmente entre el trompetista Davis y el pianista Evans, donde se dejaba volar a genios virtuosos de la talla de Coltrane, Cobb o Adderley pero el liderazgo se debía más bien a la mano guía de un contenido y seguro Davis y su mariscal de campo Evans (coautor de Blue in Green y Flamenco Scketches). La creación como consecuencia de una adecuada atmosfera previa, con una hoja de ruta previamente craneada de manera estratégica pero armada en la confianza en las capacidades del grupo. Un espacio para trabajar y desplegar lo que mejor uno hace.


Luego del Kind of Blue, se dio un cambio en la música estadounidense y posteriormente occidental de manera paulatina. No se puede entender discos o figuras posteriores que no hayan masticado de aquel pastizal de emociones: Bob Dylan, Pink Floyd, Marvin Gaye, Quincy Jones y Cia, The Beatles. Miles Davis acrecentó su figura de estrella y se comporto como tal: éxito, fama, mujeres, drogas, alcohol, recuperación, fracasos, leyenda. Un Chulo, un bacanazo total, the coolest guy. Un extracto de un articulo del diario El País, del periodística Diego Manrique lo pinta bien:

"Ocurrió en 1987. El presidente Reagan entregaba un reconocimiento oficial por toda su carrera a Ray Charles y convocó a ilustres afroamericanos. En la Casa Blanca se presentó Miles Davis, ajeno a toda etiqueta: pantalones negros de cuero, un chaleco encima de otro, chaqueta de esmoquin con una serpiente roja en la espalda. Cualquier otro sexagenario habría sido arrestado por hortera; él estaba por encima de semejantes consideraciones.

No todos los invitados eran conscientes de sus prerrogativas. Una incordiante dama de la buena sociedad de Washington se encaró con el trompetista y le preguntó malévolamente qué méritos tenía para estar allí. Miles fue a la yugular: "Bueno, he cambiado el rumbo de la música cinco o seis veces. Ahora, dígame: ¿qué ha hecho usted de importancia, aparte de ser blanca?".

Un Grande.




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