miércoles, 22 de agosto de 2012

2 negros y un blanco



En tiempos vacíos de puro instagram, aplicación nostálgica que le da calor a esa imagen de video*, por la cual un veinteañero multimillonario pago 1000 millones solo para asegurarse que si algún día esa oca bota el huevo de oro, será de el, solo el, es bueno recordar que aquella época, de instamatics, Datsuns, Nationals, TDK, Pan Ams y demás, que generan hoy en día flor de revivales con el fin de darle sentido a este barril sin fondo que es el mundo actual  pues fue aciaga y conflictiva para muchos de sus protagonistas. No todo fueron melodías de los Carpenters y Camilo Sesto, NO. También hubo lo suyo, finalmente eran otros peinados pero las AK-47 seguían impartiendo su ley de superviviencia en Vietnam, Bolivia, Sudáfrica y demás, había mas pobreza, menos expectativa de vida, un hombre en la Luna (como hoy un robot en Marte) y racismo en USA (mientras que hoy un Afroamericano es presidente de la Nación con más musculo olímpico del mundo). Estados Unidos era un hervidero racial donde los grupos segregacionistas y las minorias "etnicas" se enfrentaban por las calles acaparando debates en medios y corrillos por doquier. Hubo historias y personajes relevantes e históricos a los cuales les dedicaron nombres de calles, bibliotecas, escuelas, películas y libros: Martin Luther king, Malcom X, Rosa Parks, James Meredith. Pero algunos quisieron aportar su grano de arena y pagaron caro su osadía con la tierra del olvido...durante un tiempo.


Precisamente fue en la olimpiadas de 1968, aquella que marco historia por lo records que se rompieron y el ambiente que se vivió, que se presenció un acto singular. Era la final de 200 metros planos y los norteamericanos partían como favoritos. La carrera se resolvió en un suspiro. Tommie Smith y John Carlos, amigos antes de la carrera de la universidad de San Jose y miembros del Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos u OPHR en sus siglas en inglés. El movimiento era radical y buscaba el boicot. Pero Smith y Carlos decidieron expresarse a su manera. En el podio los acompaño Peter Norman, el bronce Australiano que se solidarizo con ellos y la causa y se coloco el distintivo de la OPHR. Cuando sonó el Himno norteamericano, Smith y Carlos levantaron los puños enfundados en cuero negro y bajaron la cabeza, el black power hacia todo el mundo mostrando su poder y su rechazo a la tensión racial en su propio país. Héroes olímpicos hasta que se metían el oro al bolsillo y otras ves, simples negros. La foto los inmortalizó y teniendo en cuenta que las olimpiadas eran un evento televisivo y mediático de alcance global en los albores de aquel poder en ciernes, la cosa se puso oscura, sin ironía. Los expulsaron de la villa a los tres y vivieron un sin fin de rechazo en sus sociedades. Nunca los apoyo el comité olímpico, ni sus países, ni amigos, ni nada. La esposa de Carlos se suicidó, Smith se divorcio y nunca consiguió un empleo a pesar de sus logros. Norman fue suspendido y no se le permitió participar en las siguientes olimpiadas. Y todo por como decía, Smith, simplemente buscar hacer lo correcto, buscar la igualdad entre las personas. 



Los héroes de acción ficticios del celuloide empequeñecen frente a aquellos que con pequeños gestos y enfrentándose a todo un sistema, una sociedad, unos códigos y un planeta persisten en el tiempo. 45 años después Australia le ha pedido hace unos días perdón a Peter Norman por qué no lo trató bien. Pero lo hizo tarde, Norman falleció en el 2006, viviendo toda su vida apartado por su propia sociedad. Smith y Carlos cargaron su ataúd hasta el nicho. La universidad de San Jose en California les hizo un monumento a sus 2 ex-alumnos. El COI nunca se ha disculpado con los tres. Pero el puño sigue en alto.








* La frase es pura pose de mi parte. Es de una canción de Soda.

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