miércoles, 9 de marzo de 2011

Zonas de Confort o las nuevas tecnologias para el espacio público

Quién iba a pensar que un pequeño señor que dictaba los estándares más altos de la moda en todo el mundo occidental y clubes asociados era un simple borrachito de bar de parroquia (eso si, en París) que soltaba de la manera más corriente improperios antisemitas a diestra y siniestra, además con sus dosis de patetismo. ¿Quién lo iba a saber?. Pues cualquier huevón pegado a una máquina (empezando por mi). John Galliano es una victima más no solo de la perdida de intimidad (en esta caso, pocas veces tan tristona, el pobre estaba solito y se le veía desamparado), al cual sumamos al presidente de la FIA Max Mosley y sus chicas nazis azotadoras de culos, la superchic Kate Moos y su yate con talco, el siempre díscolo George Micheal (puro ingles de paso).

Pero más allá de algo que es sabido desde que la Dolce Vita instruyera a la gente meterse en donde quepa, los espacios públicos se han ido convirtiendo en productos prefabricados, enlatados, con diseño de manual y sobrevigilados. La Plaza Latina señalada por el español Chueca Goitia como la epítome fundacional de la ciudad base ha transmutado en occidente desde el Square (que apela al estatico de escuadra o cuadrado) hasta el Mall (que dinamiza el termino en paseo o recorrido comercial). La repetición infinita de la maquina-arte y el camino sonámbulo y onírico de los boulevares parisinos, dos conceptos que el alemán Walter Benjamín popularizó en el siglo XIX se han materializando en el siglo XX: la gran fuerza industrial y consumista terminó, como el visionario Guy Debord vaticinó en la sociedad del espectáculo (hay que decirle a Vargas Llosa que su próximo libro ya se escribió hace 50 años), de absorber el spare time o "tiempo libre" del trabajador moderno, alcanzándolo, atrapándolo, corrompiendo (si, señor...al menos un poquito) y finalmente formateado para contralar los sueños del hombre común. No solo se fabrican objetos materiales sino que se elabora y difunde el sueño que genera el deseo en el ex-trabajador y ahora consumidor.

El espacio público como producto físico, aquel lugar donde el hombre sale de su casa para airearse, fumarse un cigarrito, pensar y pasear, multidimensional en su aparente vacío objetual (una simple plaza con bancas como sinónimo de área publica de recreación) y en donde la gente se mira, se relaciona y quizá hasta discute se empieza a unidimensionalizar en un manto de metal con aislante térmico, los soles y estrella se convierten en focos dimables y los sonidos de la naturaleza circundante en ruido blanco de algún ballenato a todo volumen para seguir circulando sin pensar demasiado en el detalle. El espacio público se masifica desde mediados de los años 50 en una expresión de conquista social y politica: la pax tecnológica que evitara sublevaciones, violencia y descontento, hermetizando nuestras aspiraciones e igualando los deseos o más bien, dándoles una tabla de equivalencias. La tecnología nos proporciona una zona de confort de temperatura regulable y monitorizable en un inicio en área relativamente seguras y con el tiempo descartables y renovables (un poco a modo del espacio basura de Rem Koolhaas): Los centros comerciales y los parque temáticos reinaron durante decadas como objetos urbanos del deseo.

Pero el avance de las tecnologías que inicialmente adicionaron algunos complementos al espacio público físico (la electrónica de las camaras de vigilancia, los banners eléctricos y los arcades de videojuegos) a la virtualización de las comunicaciones han creado un campo paralelo aun más seguro y a la vez pervertido: las redes sociales. Aquellos aspectos que nos morimos por exhibir en la fiesta más putera de todas: soy divertido, soy bonito y sobre todo recontra interesante pero decirlo suena estúpido así creo que un perfil, al igual que todos que indica, con la mayor naturalidad que soy bonito, soy divertido y superinteresante y encajar con alguna pareja o grupo o ser un halcón de sabiduría por encima de un mar de mediocridad mientras....estas descargando pornografia. Nos crea un mascara que nos protege del entorno real pero a la vez capturamos a través de la cámaras de video y sensores externos los comportamientos de nuestros congeneres a nivel físico (viste Galliano como llegamos a ti) y nos convertimos en Jueces sin mácula de lo moral. El Espacio público físico y recorrible, perfumado, personalizado para ti y controlado por tantas cámaras como transeúntes que esperan que la cagues, mientras un corte de internautas protegidos en el anonimato de las redes sociales, el espacio público virtual, solo quiere otro tema que los aleje del aburrimiento.

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